martes, 1 de mayo de 2007

Los primeros pasos en la Ciudad


Me vine arrancando de las múltiples querellas en mi contra, por no cumplir con la pensión de alimentos de mis hijos, me vine días después que huyó mi abogado a para acá a Santiago. Cuando uno tiene más hijos que un Opus Dei, es complicada la cosa, pero también es cierto que muchas mujeres se aprovechan de mí existencia, y me usan para tapar sus “condoros”. Es así como llegué a la capital.

Antes sólo había oído algunas cosas de la ciudad, que se repartía “la píldora del día después” a niñas mayores de 14 años. En mis tiempos si hubiera existido algo así, hoy no tendría tantos problemas.

La otra vez tuve mi primera conquista en Santiago, yo estaba sentado tomándome unas cervezas con Chipuerco, un amigo mío, en un bar, cuando entró una jovencita, de unos veinte años, alta, morena y con un cuerpo espectacular. Le dije a Chipuerco que me esperará que volvía enseguida, camine a la barra donde estaba ella sentada. Me acerqué saltando sobre la barra entre medio de los vasos, (todo esto se lo tienen que imaginar, con una música medieval alegre sonando de fondo y con polvitos mágicos a mi alrededor.) Me puse en frente de ella, la miré fijamente a sus ojos pardos hasta que quedará completamente paralizada, con el uso de mi Pahueldún, la soplé y la dejé perdidamente enamorada de mí.

Volví adonde estaba Chipuerco, “Mis cinco lucas y la llaves de tu departamento” le dije ya que habíamos apostado a que aún funcionaban mis técnicas de conquista. Llevé a la muchacha al departamento, nos besamos apasionadamente en el pasillo hasta llegar a la pieza de Chipuerco, una vez los dos desnudos ella frenó mis acciones:

- ¿Trajiste condón?, me preguntó.

- ¿Condón…? Pregunte yo, sin saber de que mierda me estaba hablando, pero por la expresión de su rostro y algunos movimientos de ella pude comprender que sin un condón no podría suceder nada.

Bajé corriendo las escaleras del edificio, ya que el ascensor estaba fuera de servicio, pregunté por condones en todos los negocios que encontré al paso, tiendas de ropa, kioscos, panaderías, etc. Hasta que vi una farmacia, se me ocurrió que un condón podría ser un remedio. Le consulté a la señorita que atendía, y me preguntó de cuales andaba buscando y le apunté unos que decían que eran con sabor, pensé que sí uno de los dos se los tenía que ingerir sería mejor que fueran de frutilla o damasco. Rápidamente volví al departamento de Chipuerco, y ella aún estaba ahí esperándome, saqué los famosos condones y se los pasé y le dije que prefería que se los pusiera ella, para no quedar como ignorante. Por su mirada nuevamente entendí que quien se los tenía que poner era yo, así que los tomé y me fui al baño, saqué un pequeño instructivo y no podía creer lo que leía, además contenía dibujos para ilustrar las instrucciones. Todo era muy horrible y grotesco, pero en fin eran las reglas. A la mañana siguiente desperté y la muchacha ya no estaba, le pregunté a Chipuerco, que estaba durmiendo en el sofá, si la había visto o me había dejado algún recado, el me dijo que había llegado 20 minutos después que yo había subido y la mujer ya se había ido…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente

francisco dijo...

Creo que es un vuelco interesante de un personaje popular. La recontextualización de un pseudocavernario casi mitológico en la sociedad actual cautiva en un principio. Continúen y tengan cuidado con las faltas de ortografía

Buena suerte!

Diana dijo...

Me senté frente al computador. Hice clic en lo del trauco. Se abrió la página. Leí, reí y comprendí:
Son el Trauco y Chi-puerco, quienes más. Escondidos, desde hace mucho, tras la mitología. Tapados por la falta de cultura. Demacrados, viejos y enraizados a un lugar al cual quisieran no pertenecer. Pero ahí están.
A veces los veo.


PD: acentuación y punto seguido.

ESTUKADOS dijo...

Jajjajajajajajaj, muy bueno, en un momento me diò flojera leerlo, pero`me enganchò altiro.
Hay algo que no entiendo, ¿una vez que llegò de comprar condones ya no estaba la mina?
osea...

Saludos

Sirtopo