domingo, 8 de julio de 2007

La cochina realidad( la columna del puerco)



Echado en mi sillón veía como los jugadores de Chile arrancaban hacia los camarines. Acosta arrancaba a pasos rápidos de los periodistas mientras los brasileños tenían una sonrisa que no les cabía en la cara. Me paré del sillón, me rasque tras las orejas mientras miraba por la ventana como la gente se subía a las horribles micros verdes del Transantiago. En la tele Schiapacasse no tenia palabras para expresar su asco, mientras el trauco, que arranado desde la cama veía el partido, maldecía” puta los saco de huea buenos pal carrete (con que cara no), no saben jugar futbol”
Mientras abría el refrigerador y esa bestia chilota salía con dirección a la botillería por más alcohol, la tele mostraba los 6 goles de Brasil una y otra vez; y como un hincha vestido de rojo se tapaba la cara de dolor.
Apagué todo y me senté frente a mi plato de chunchules, tratando de pensar en otra cosa, pero era inevitable; me gusta demasiado el futbol como para obviarlo. Nos ganaron sin asco, sin honor, sin posibilidad de reacción. Lo peor es que los brasileños eran ahí no más, un grupo de negritos que metían gambetas y corrían pero nada más; nada espectacular.
El problema estaba al frente, en el grupo de pelotuos de rojo que corrió pensando más en tomar el avión de vuelta que en el partido. Eso es lo que más me duele, porque mi vida es un asco la mayoría de las veces (como no, si soy un puerco cesante, piensen en algo peor que eso) y la selección puede darme una alegría, un motivo para bañarme y sentarme ante la tele con un poco de esperanza de que se puede salir de la mierda.
Pero no sólo mi esperanza, es la esperanza del barrendero, el que gana 120 lucas en la construcción, el que roba para vivir, el que no tiene donde dormir, el que mantiene a 7 cabros chicos, al que su esposa le pone los cuernos, a los que toman todos los días el Transantiago, y de los chóferes de las micros. O sea, la esperanza de todos los animales que vivimos en este laaaaargo y ridículamente angosto país.
Pero los perlas se pasaron eso por la raja, les dio lo mismo que los brasileños, nos patearan en las bolas el mismo día que los Moais lloraban de pena por no ser una de la enchuladas 7 maravillas del mundo.
No po, las bostas salieron de carrete. Cuando todos trabajaban en Chile, y esperaban la hora del partido, ellos tajeaban los muebles del hotel y se joteban, al estilo Kike Morandé, a las camareras de hotel.
Es cierto que algunos la pelearon, que Ormeño, Suazo, Iturra o Bravo trataron de mantener el pundonor. Pero un grupo, empezando por Acosta, comió y vomitó a todo un país que los necesitaba más que nunca. Ahora que es más difícil llegar a la casa y más caro prender una lámpara, cuando la plata escasea y el smog nos acosa; cuando existen menos razones para reírnos, ellos nos apagan de manera brusca nuestro único escape de la realidad por noventa minutos, y la cambian por los brasileños bailando con su particular soltura, porque ni ellos saben muy bien lo que pasó en la cancha y como fue todo tan fácil.

Me acerco a la tele, la vuelvo a prender, mientras mi peludo compañero entra con un portazo seguido por una mujer de deplorable procedencia. Mientras ellos se lanzan a la cama yo me quito mi polera roja que compré embobado por el ambiente de selección. Pero en la tele suena “vamos a apoyar a Chile en las eliminatorias para Sudáfrica 2010”.
Escucho esto y vuelvo a ponerme la polera, me siento en el sillón y abro otra cerveza. Aquí vamos de nuevo pienso, la esperanza es lo último que se pierde y lo último que nos queda.